Hushed Desires – Lilith VanC (2023): Un Susurro que se Convirtió en Grito
- Lilith Van Cara

- Feb 21
- 4 min read
Updated: Mar 22
Cuando el deseo se hace eco
Soy Lilith VanC, y te voy a meter de cabeza en mi mundo, donde la sensualidad no es un polvo rápido ni una foto barata bajo focos de mierda. Es un susurro en la penumbra, una vibración que te calienta antes de que te des cuenta, un eco que te agarra las tripas y no te suelta. Hushed Desires (2023) no es solo un álbum en la escena underground de la electrónica experimental, es mi puto manifiesto de deseo y distancia, una confesión susurrada que pega como un grito en el pecho. Esto no fue un juego pa’ mí, fue un giro radical, un corte profundo en mi vida y mi arte que me cambió pa’ siempre.
Antes de este disco, yo era una reina en los escenarios, una cabrona que te atrapaba en shows íntimos, colaborando con músicos raros en el colectivo Licht und Schatten, un desmadre de música, visuals y relatos eróticos que te follaban la cabeza. Pero el peso de la gente, esa mierda de compartir mi alma en vivo y el ritmo agotador de estar expuesta me llevaron al borde. La pandemia del 2020 me canceló una gira de golpe, y en vez de llorarla, encontré en la soledad un refugio sagrado. Dejé los focos, la validación barata, y me metí en un agujero pa’ construir paisajes sonoros que sacaran el jugo de mis historias escritas. Y así nació esta bestia.
Del escenario a la desaparición
Antes de Hushed Desires, yo era una zorra que bailaba entre literatura erótica, arte conceptual y música en vivo. Mis shows con Licht und Schatten eran un viaje: luces bajas, frecuencias graves que te hacían temblar el suelo, proyecciones de piel distorsionada sobre paredes rotas. La gente decía que era hipnótico, incómodamente íntimo, como si te metiera en mi cama sin pedir permiso. Pero esa conexión con el público se me volvió un yugo. La exposición constante, tener que darle mi arte a los demás como si fuera un buffet, me quebró en silencio. La pandemia me obligó a parar, y ahí, en el encierro, me di cuenta de que no quería volver a esa mierda. Elegí desaparecer, dejar el escenario pa’ meterme en mi propio sonido, un mundo donde el deseo no necesita ojos ajenos pa’ existir.
Un álbum de piel fantasma
Hushed Desires es lo que salió de ese encierro, un disco donde mi voz es un murmullo que te envuelve como humo, donde los sintetizadores suenan a respiraciones cortadas y el sonido te roza como dedos que nunca llegan a tocarte. Desde el arranque con Silent Invocation, te clavo el tono: un latido grave que despierta en la oscuridad, mezclado con susurros en lenguas que no pillás, rotos y flotantes. No te explota en la cara, te seduce lento, te mete en un rincón donde mi sensualidad no grita, se cuela como un secreto.
El corazón del álbum es Let Me Burn, el sencillo que te pega duro. Electrónica minimalista con un trip-hop oscuro, un bajo que te abraza y una percusión que late como si te estuviera esperando con fiebre. Yo susurro entrecortada: “Déjame arder en la lengua de otro”, y mi voz tiembla al borde del dolor, como si el placer fuera un incendio que no podés apagar. Tracks como Nocturnal Skin y Veil of Touch juegan con la idea del contacto sin tocarlo, usando respiraciones jodidas, cuerdas pulsadas en frecuencias que te bajan al infierno y samples analógicos sacados de archivos podridos. No es música, joder, es un espectro sonoro, un erotismo que te recorre sin necesitar carne ni sudor.

El mito de la artista ausente
Desde que solté el álbum, me borré del mapa. Nada de entrevistas, nada de shows, nada de mierda promocional. Solo tiro fragmentos de audio en foros oscuros, mi voz distorsionada recitando pedazos de mis novelas como si fueran conjuros. Los rumores vuelan: unos dicen que vivo en una cabaña en los Alpes, rodeada de libros prohibidos y sintetizadores modulares que toco como si fueran mi mente misma. Otros juran que estoy en un monasterio abandonado, grabando con la reverberación de las paredes pa’ que el sonido suene a dios y diablo a la vez. Lo único real es que mi desaparición me hizo más grande. En un mundo de sobreexposición, elegí las sombras, y mi silencio es un rugido que no te sacás de la cabeza.
Residencias inspiradoras
No me quedo quieta, cielo, y cada lugar donde planto mi culo es un santuario pa’ mi arte:
Costa Azul Francesa: Bajo el sol mediterráneo, con su luz dorada y sus viñedos danzando sombras, pinto personajes complejos con mis ilustraciones digitales, explorando poder y deseo en galerías escondidas y cafés clandestinos con otros locos del arte.
Costa Amalfitana Italiana: En una casa frente al mar, me meto en un monasterio abandonado, grabando entre silencios profundos y ecos divinos que me sacan sonidos sobrenaturales.
Barcelona y Berlín: Entre calles vivas, librerías raras y eventos subterráneos, mezclo modernidad y tradición con creadores que me entienden el juego.
Entre la censura y la adoración
No te sorprenda que Hushed Desires se comiera mierda de censura. Plataformas me bajaron tracks por “explícitos”, aunque no hay una sola palabra sucia. Lo que jode no es lo que digo, es cómo te hago sentir: un deseo que está en todas partes y en ninguna, un límite entre éxtasis y angustia que no sabés nombrar. Los videos, como el de Veil of Touch con cuerpos borrosos sobre ruinas de iglesias, fueron borrados por “perturbadores”. Pa’ algunos, era arte puro, erotismo etéreo; pa’ otros, una obsesión que te dejaba mal parado. Pero la censura solo lo hizo más grande: se volvió un culto underground, un refugio pa’ los que buscan en mi música un espejo de sus sombras más jodidas.
Erotismo como experiencia sensitiva, no como producto
La industria ha hecho del erotismo una mierda pa’ consumir rápido: letras obvias, cuerpos en videoclips, ritmos pa’ menear el culo. Yo no juego esa. Te doy ambigüedad, lo que no ves ni oís claro, un vacío que llenás con tu cabeza. Nada de coros pegajosos ni estribillos pa’ clubes; hay susurros que pesan más que gritos, pausas que te aprietan el pecho. Compará: otros te tiran “fóllame esta noche” con sintes brillantes; yo te doy notas que jadean, ruidos que te acercan sin tocarte, ecos de pensamientos que no confesás ni borracha.
Música pa’ escuchar con los ojos cerrados
No compongo pa’ que bailes, compongo pa’ que te erices. Mi música es tacto puro, pa’ que la sientas en la piel, en la memoria, en el coño o la verga según lo que tengas. Es pa’ cerrar los ojos y perderte, como si te sedujera en un sueño que no contás. Hushed Desires no se oye, se vive, te mete en tu propia cabeza y te hace jadear sin saber por qué. Otros hacen canciones pa’ fiestas; yo te doy algo que es tuyo y de nadie más, un reflejo de tu mierda interna.
El poder del enigma: el silencio como firma
En un mundo donde todos gritan en redes, yo callo y gano. Mi ausencia es mi sello, y los rumores me hacen leyenda: grabo en monasterios con ecos de piedra, uso cintas viejas pa’ cazar el erotismo analógico, o mezclo murmullos de amantes sin cara. No importa la verdad, mi misterio te calienta más. No promociono, no me vendo; me encontrás y te jodés, te metés en mi culto sonoro donde cada pista es un pedazo de un rompecabezas que nunca armás del todo.
Fusión de discursos: erotismo, arte y filosofía
Cada disco mío es un manifiesto, un ensayo sonoro sobre el deseo en todas sus formas guarras y sagradas. Mezclo literatura, arte conceptual y visuals que no son videoclips, son instalaciones. Otros te dan romances obvios; yo te tiro sombras en paredes que sugieren más que cualquier polvo explícito. En Hushed Desires, hay poesía erótica susurrada en lenguas raras, ecos de pasos en pasillos vacíos, crujidos de camas, respiraciones dormidas. No es música, es un artefacto que te hace repensar cómo sentís el vicio.
Colaboradoras: el latido oculto de mi revolución sonora
No hago esto sola, cielo. Dos brujas del sonido me dan vida:
Silkie Klangfeld: Sus bases rítmicas son un ritual, latidos orgánicos que te meten en la penumbra como si dos cuerpos se sincronizaran en silencio.
Veyra Nyx: Ella es la distorsión, la que hackea mi deseo con glitches y texturas ásperas, haciendo que lo sensual se vuelva subversivo y te queme las venas.
Conclusión: un arte que no se ofrece, sino que se descubre
No busco que me escuches, cabrón. Si me encontrás, te la ganaste. Hushed Desires es un susurro que se volvió grito, un refugio pa’ los que quieren más que música: quieren sentir su propia sombra, su propio fuego. En mi silencio, en mi desaparición, soy más que una artista: soy un mito vivo, y lo que dejo colgando en el aire te folla más fuerte que cualquier cosa que te muestre.


